Al borde del camino


AL BORDE DEL CAMINO
A mi familia

Nadie puede verte ahora. Nadie puede alcanzarte. Los espectadores os van abriendo el paso. ¡Vamos, vamos! ¡Rápido! Sientes poco a poco que flojean las piernas. Debe ser el cansancio que parece apoderarse de cada músculo, de cada articulación. Es la subida. Pero te das cuenta de que todo es efímero y pasajero. Estás al borde del camino.
Cuesta no pararse a pensar. Cuesta seguir adelante, afrontar el reto. La meta está en el horizonte. Eres tú. Es el paisaje que anhelas recorrer: sus lagunas cristalinas, sus recovecos salvajes, los senderos frondosos que nunca imaginaste… Están ahí fuera, esperándote.
 No lo pienses más. Coge esa bici por el manillar y lánzate con ellos a los caminos con una sonrisa en los labios. Eso sí, que sea una sonrisa sincera, de esas que salen al apretar los dientes. Se asoman entre los labios y nos cautivan a todos. Por su valor, por su fuerza, por su garra…
Esfuérzate un poco. Un poco más. Ya falta menos para el pódium. Pero sobre todo disfruta. Disfruta de este instante. No hay carreteras prohibidas. No hay paraísos perdidos. No hay montañas, suficientemente, escarpadas como para impedirte llegar a la cima. Estás ahí. Lo demás no importa. Todo pasa. Ya llegas.
Pedalear ya te sacó de otros apuros. Recuerdas tu infancia. Una imagen borrosa viene a tu mente, de esas que no son deseadas por nadie, de esas que te persiguen hasta que las superas. Pedaleaste hasta casa. Te habían insultado y tirado una piedra. No te dio de milagro. Conseguiste escapar. Se lo contaste a tus padres. Hiciste bien. Y ahora estás aquí. Hecha toda una mujer. Feliz y exultante. ¿Qué habrá sido de aquellos chicos?
Un poco más. ¡No, por ahí no! Pero, ¿qué haces? No tomes el desvío. ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Sí! Ya lo tienes… ¡Vamos! ¡Vamos! Coges velocidad. Saltas sobre el sofá y apagas la tele. Sales de ese salón recién amueblado, que tanto te gusta. Estás radiante frente al espejo. Te colocas, correctamente, la equipación. Coges el casco de la mesita auxiliar. Ayer también saliste un rato después del trabajo. Atraviesas el largo y estrecho pasillo. Te miras en el espejo. No te perderás en la bifurcación. Allí está, en el zaguán, limpia y reluciente, como siempre.
El Tour de Francia ha terminado. Indurain y su equipo han ganado de nuevo. Es hora de irse a celebrarlo con tu vieja bici de carreras.
Imagen: Taliesi


Eva M. Miranda Herrero

Comentarios

  1. Me encanta este microrelato. Es como un soplo de aire fresco. ¡Enhorabuena!

    ResponderEliminar
  2. ¿ No les parece a los lectores que la autora conoce muy bien el mundo del ciclismo y que tal vez haya escuchado muchas historias en una familia aficionada a este deporte?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El relato está dedicado a mi familia, especialmente a mis primos Carmelo y Juan Carlos.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Con la punta y el tacón

El color cobrizo de los viñedos