El color cobrizo de los viñedos


EL COLOR COBRIZO DE LOS VIÑEDOS


Esta tarde no ha parado de llover. He podido sentir cada gota de lluvia cayendo  lentamente sobre mis manos. Mis dedos se han deslizado suavemente entre los racimos. He sentido que este año la cosecha sería abundante. Lo he sabido por el aroma a uva fresca que se fundía en el aire con el olor a tierra mojada impregnándolo todo.
En unos días las hojas se tornarán cobrizas. En un intento vano de conquistar el paisaje, detendremos la mirada sobre ellas. Tal vez, nos dejaremos seducir por esa imagen, evocándola en nuestros recuerdos dentro de unos años. Tal vez, la desterraremos de nuestra memoria. El olvido se apoderará entonces de los campos.
Querremos recordar las arboledas del norte. Escucharemos el murmullo del viento entre los pinares. Diremos que el atardecer es más intenso cuando se aprecian todos los matices sobre la explanada. Pero, ¿qué será de los viñedos? ¿Qué de los aperos de labranza?
Todo seguirá aquí como si el tiempo no hubiese pasado, formando parte de algún museo de campo. Pero el trigo seguirá creciendo verde, las vides poblarán nuestro paisaje. Y no habrá nada que nos límite la visión del cielo estrellado en las noches castellanas.
         ¿Será eso suficiente?  ¿Nos gustará pensar que aquí nunca pasa nada? ¿Cuál es la clase de vida que anhelamos? ¿Un mundo dónde nuestros hijos crezcan cometiendo los mismos errores que nosotros cometimos?  ¿Heredarán ellos la tierra?
     Me gustaría pensar que los educaremos de la forma adecuada sin ceder a los chantajes emocionales y a las rabietas, que  echarán raíces fuertes en la tierra, cuidarán de su entorno y respetarán la vida y la mirada de los otros.
          Me gustaría creer que sí que heredarán la semilla para amar esta tierra, que no se refugiarán en excusas vacías porque serán responsables. El problema es saber si lo somos nosotros. Si no nos interesa saber si han hecho o no sus deberes, si se sienten solos, si no será mejor marcarles unas normas para que caminen seguros, si no preferiremos regalarles un videojuego a un buen libro de aventuras.
    Estamos en octubre es día de colegio. ¿Querremos recordar las arboledas del norte? ¿Escucharemos el murmullo del viento entre los pinares? 
         No lo sé. Solo sé que a veces tengo la sensación de que nuestro mundo se derrumba como un tren descarrilado al borde del camino. Es justo en ese momento cuando tengo una gran necesidad de salir al campo. Mi vista se perderá, entonces, durante unos segundos en el horizonte, en el color cobrizo de los viñedos.

[Eva M. Miranda Herrero, publicado en Diario de Burgos Edición de la Ribera, 2006]




Comentarios

  1. ¡ Cuánta nostalgia respira este texto! Pero es muy grato imaginar esa policromía de los viñedos en otoño que muy bien describe la autora.
    Ahora bien, en la segunda parte hay un cambio de rumbo en la narración que propone una educación responsable. ¡Ojala!
    Lo que es indudable es que la contemplación de esos paisajes netamente ribereños seduce.

    ResponderEliminar
  2. Gracias literatura andante con lectores así da gusto

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Con la punta y el tacón

HISTORIA DE LA TABLILLA OLVIDADA DE TULTICIA

CARTA DE UNA PROFESORA PARTIDA