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Mostrando entradas de mayo, 2019

TIC TAC

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Si cierras los ojos tan solo un momento lo puedes oír tímidamente. Palpita dentro de ti. Te recorre lentamente. Sube por las venas hasta latir en tus pupilas. Vibra en tus sienes, mientras repican las campanas de Santa María. Sin duda, es algo mágico. Algo ancestral y milenario que te une inevitablemente a la vida. Abre bien los ojos y muestra en el espejo del retrovisor el reflejo de tu mirada. Es una imagen anhelante de luz a estas horas. Camina despacio entre las tenues sombras que dibuja el puente nuevo. Al atardecer la orilla del río se difumina por momentos. Sobre otro puente lejano el reloj del ayuntamiento ofrece su perfil a la distancia. Tú recorres con los ojos el paisaje. La luz parece esbozar frágiles nubes sobre un fondo rojizo que se desvanece, que desea convertirse en noche. Esa noche que se escapa entre tus dedos como el humo de una taza de café en invierno. Sabes que otros puentes han caído. Sigue cortado aún uno de los carriles del Puente de Costana, en Salas

SAN ALBERTO

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A Alberto Miranda Sube el balón. Una parábola perfecta desde lo lejos. Un susurro en el aire. Dos mil voces gritando en la cancha. Claxon, trompetas, tambores, una multitud enloquecida y el corazón sin tregua. Al principio, parece que estamos fuera de juego. El vocerío nos aturde. Poco a poco nos levantamos del asiento. Agitamos los brazos, el corazón se acelera. Alzamos la voz una y otra vez. Cada vez más rápido. Cada vez con más fuerza. Sin darnos cuenta somos parte del vocerío. Somos el pulso del equipo en las gradas. Y, es difícil guardar la compostura. Nos dejamos llevar en cada instante. La adrenalina sube alto, muy alto. Se eleva y en apenas un par de segundos se cuela dentro de la portería contraria. Todo esto es una cuestión científica. Una cuestión de velocidad partida por tiempo. Una cuestión de fuerza, trabajo y potencia. ¡Cuánta energía trasformada en la cancha! Tal vez podríamos medir el esfuerzo de nuestros jugadores en julios, en vatios por hora. Sin embargo,

OJOS DE CORDERO

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       A veces nos sentimos extraños en nuestro propio mundo. Sentimos el absurdo de una muerte violenta. Sentimos el dolor, la rabia y la impotencia... Sentimos que algo, que la vida, se nos escapa lentamente de las manos...          Otras veces, parece que la vida nos sonríe, que nos muestra sus encantos. Y creemos que somos algo así como elegidos, como estrellas que resplandecen en el fulgor de su alegría.          Y nos gusta disfrutar desde nuestra orilla apacible de los pequeños placeres y detenernos en saborear cada momento, en paladear cada instante, en conquistar un mundo de sabores y de anhelos que nos recuerdan... que nos hacen olvidar...          El tiempo parece detenerse. Y a fuego lento en el viejo horno de leña van tostándose nuestras preocupaciones, nuestros desvelos... El fuego todo lo purifica. Y la carne tierna de un lechazo churro se deshará fácilmente en nuestros labios.          Sentiremos entonces algo así como una vieja nostalgia... Un deseo, de s