SAN ALBERTO

A Alberto Miranda
Sube el balón. Una parábola perfecta desde lo lejos. Un susurro en el aire. Dos mil voces gritando en la cancha. Claxon, trompetas, tambores, una multitud enloquecida y el corazón sin tregua. Al principio, parece que estamos fuera de juego. El vocerío nos aturde. Poco a poco nos levantamos del asiento. Agitamos los brazos, el corazón se acelera. Alzamos la voz una y otra vez. Cada vez más rápido. Cada vez con más fuerza. Sin darnos cuenta somos parte del vocerío. Somos el pulso del equipo en las gradas. Y, es difícil guardar la compostura. Nos dejamos llevar en cada instante. La adrenalina sube alto, muy alto. Se eleva y en apenas un par de segundos se cuela dentro de la portería contraria.
Todo esto es una cuestión científica. Una cuestión de velocidad partida por tiempo. Una cuestión de fuerza, trabajo y potencia. ¡Cuánta energía trasformada en la cancha! Tal vez podríamos medir el esfuerzo de nuestros jugadores en julios, en vatios por hora. Sin embargo, el sufrimiento y la alegría de cada partido, cada derrota y cada victoria, esa sensación indescriptible de emocionante inquietud en el graderío del polideportivo “Príncipe de Asturias” ¿con qué la medimos? Seguramente un bioquímico podría darnos respuestas, pero lo cierto es que cuando el balón sube, baja, hay un pase desde lejos, el B.C. Villa de Aranda avanza, queda el tiempo de un disparo, parece como si se nos cortase la respiración, como si de ello dependiera nuestra alma.
Es así como creemos poder detener el tiempo. Pero la imagen nunca se congela. Todavía recordamos el calor de los aficionados cuando el equipo ascendió. Muchos de los jugadores habían nacido en Aranda. Los habíamos visto jugar en el parque. Soñar con darlo todo en la pista. Al final la ilusión se convirtió en un equipo de balonmano imparable en su carrera meteórica hacia el ascenso.
Los sábados por la tarde, cuando el equipo jugaba fuera, oíamos al locutor radiofónico encomendarse a San Alberto, patrón de las paradas imposibles. Él se deja las manos jornada tras jornada. Nosotros la garganta y los oídos. No sé si de medirse los decibelios dentro del polideportivo cuando el equipo juega en casa podríamos saber lo que experimentan los porteros, los laterales, los extremos, los centrales, los pivotes... mientras se dejan la piel y las ganas allá abajo entre las líneas dibujadas del suelo, los botes, los pasos, las distancias de un área a otra... 
Hemos aprendido la belleza de las suspensiones en el aire, de los marcajes, de las elipses perfectas, de cómo los pequeños se convierten en grandes.

                                             [Eva María Miranda Herrero, Diario de Burgos Edición la Ribera, 2007]

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Imagen: SVG silh

Comentarios

  1. Un partido de balonmano casi narrado con el entusiasmo de un locutor deportivo. Ya desde el primer párrafo nos da la impresión de escuchar al exultante graderío. Se mete dentro del ambiente con una exaltación impecable. "la adrenalina..se cuela dentro de la portería contraria", un imagen muy plástica que resume la permanente expresividad del texto.

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