TIC TAC


Si cierras los ojos tan solo un momento lo puedes oír tímidamente. Palpita dentro de ti. Te recorre lentamente. Sube por las venas hasta latir en tus pupilas. Vibra en tus sienes, mientras repican las campanas de Santa María. Sin duda, es algo mágico. Algo ancestral y milenario que te une inevitablemente a la vida.
Abre bien los ojos y muestra en el espejo del retrovisor el reflejo de tu mirada. Es una imagen anhelante de luz a estas horas.
Camina despacio entre las tenues sombras que dibuja el puente nuevo. Al atardecer la orilla del río se difumina por momentos. Sobre otro puente lejano el reloj del ayuntamiento ofrece su perfil a la distancia. Tú recorres con los ojos el paisaje. La luz parece esbozar frágiles nubes sobre un fondo rojizo que se desvanece, que desea convertirse en noche. Esa noche que se escapa entre tus dedos como el humo de una taza de café en invierno.
Sabes que otros puentes han caído. Sigue cortado aún uno de los carriles del Puente de Costana, en Salas de los Infantes. Han sido muchos años de paso de camiones, de grietas visibles que no importaban. Ahora se abren y se cierran los semáforos provisionales, mientras los transeúntes le ceden su espacio a los coches y a las vallas. Siempre ha sido así. Todo está bien. En Castilla, nunca pasa nada.
Y sigue cayendo la noche como un péndulo sobre los parajes urbanos y rurales. Y tú caminas, piensas, hablas, escuchas el latido de tu pulso, el sonido de tus pasos, ya muy cerca de casa.
Una llave. Un portal. Cuatro escalones. La espera de un ascensor donde siempre podrás enmudecer. Una llave. Una puerta. El silencio hecho hogar. Tal vez, de fondo se escucha una sirena. 
Hoy querrás dejarlo todo preparado y descansar. En el salón el tiempo avanza. Tic-tac, tic-tac caminas hacia la cocina. Tic-tac, tic-tac paseas por el corredor hacia la estancia. Tic-tac, tic-tac ¿quién dijo que el tiempo y el espacio no existen, que todo es relativo? Tal vez, el mundo cambiará mañana porque sabes que al final todo quedará recogido en los gruesos volúmenes de la historia. Todo menos los detalles, las preocupaciones cotidianas de tus seres más cercanos, de aquellos a quienes amaste y de aquellos a quienes amas.
Así al final del día acabarás por hojear los libros que pueblan los estantes polvorientos y recordarás que es junio, que los estudiantes sentirán el olvido del mundo para adentrarse en el laberinto insomne de los exámenes. Pero llegará San Juan para purificarlo todo, para conceder a nuestros sueños la esperanza.
[Eva María Miranda Herrero, Diario de Burgos Edición de la Ribera, 2007]
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Imagen: Pedro Pablo Abad

Comentarios

  1. Me ha agradado mucho que la autora dedique un texto a ese objeto tan entrañable, como es el reloj, que no por ser tan cotidiano y formar parte de nuestra vida diaria, no tiene un cierto aire de transcendencia. Los relojes nos recuerdan el paso del tiempo, nos adormecen, nos inquietan cuando pasa el tiempo tan deprisa , los hechos quedan grabados para la historia y los recuerdos quedan purificados en las mágicas hogueras de san Juan.
    Si usted tiene alguna vez ocasión de visitar el Ayuntamiento de La Coruña, disfrutará de una selecta colección de relojes antiguos donados por D. Antonio Ríos Mosquera.
    Y ahora me gustaría cerrar los ojos y sentir cómo " sigue cayendo la noche como un péndulo sobre los parajes urbanos y rurales".

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    1. Mil gracias por la referencia y el consejo, Literatura andante. Si vamos por esas tierras así los haremos

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