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CARTA DE UNA PROFESORA VACIADA

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  CARTA DE UNA PROFESORA VACIADA Yo también pertenezco a la España vaciada.   Me enamoré de ella, de sus calles y de sus gentes, hace ya casi diecisiete años. Eché aquí mis raíces porque decidí quedarme y pude hacerlo. Sin duda, me sonrió la fortuna. Ahora formo parte del paisaje, como Ana del grupo de Jornada continua que decidió rodearse de “robles y montañas” para criar a sus niños, porque al igual que ella y tantas otras, yo también soy madre, en un lugar donde cada vez hay menos nacimientos. Y todo el mundo sabe que una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos.  Por eso, me gusta el lugar en el que vivo; por eso valoro las tardes en el parque porque yo también pertenezco a la España vaciada y decidí disfrutar del “camino de vuelta”, como dice uno de los poemas de Andrés Trapiello. Un camino que se va labrando poco a poco el respeto de mucha gente, un camino de progreso que apuesta por la cultura, la libertad, por una educación en la que familias y docentes podamos ir unidos

HISTORIA DE LA TABLILLA OLVIDADA DE TULTICIA

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Había oído hablar de un hombre con siete pies y diez cabezas que vivía en un país muy lejano en las tierras del sur, y   de una extraña mujer que bailaba sobre las copas de los álamos cantores mientras la lluvia de agosto caía lentamente. Una tarde de noviembre vinieron a visitarme ambos. Se presentaron en mi casa, a orillas del Lago Negro, sin tiempo casi de que pudiera prepararles la cena, y me contaron esta historia. No es una historia elegante ni novedosa, pero al parecer la encontraron el día mil doscientos tres del año catorce del mes de febrero en una tablilla olvidada en Tulticia, lo que la confiere gran valor documental. Desde entonces, andaban errantes buscándome por el mundo. Digo esto porque traían los ojos cubiertos de arena y ceniza y el pelo lleno de escarcha, no por otra cosa. Sea como fuere, el caso es que un día el viento del Norte les condujo hasta mi casa. Llamaron a la puerta. Entraron. Se sentaron, sin pedir permiso, en mi diván favorito, que estaba lleno de pelus

LAS EDADES DE LOS LIBROS

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  Recuerdo los largos pasillos, las grandes y elevadas estanterías pobladas de libros, de enciclopedias por descubrir. Allí podía perderme feliz y risueño en el tranquilo sonido de las hojas leves acariciadas por las huellas de unas manos que no eran mías. El silencio me confortaba. Me invitaba a seguir la senda de las signaturas, de los tejuelos, y sobre todo de las cristaleras que albergaban bajo llave tanto obras antiguas como recientes imitaciones de alguna edición facsímil, valiosa a los ojos de los coleccionistas de discarios medievales. Era sin duda la biblioteca pública un lugar creado a la medida de mi afán juvenil e insaciable de conocimientos, a mi natural curiosidad por historias antiquísimas y por el descubrimiento de las sensaciones que un bello poema pudiera proporcionarme. Me gustaban también las obras dialogadas e incluso los largos monólogos de las lecturas teatrales que, para algunos, resultaban infumables fuera de un escenario.     Mi interés por las ficciones

Tarea. Proyecto de dirección

  p PROYECTO DE DIRECCIÓN PROYECTO DE DIRECCIÓN

LA CASA DE BERNARDA ALBA

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DON JUAN TENORIO

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Un sueño ha venido a visitarme

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