Anónimo del siglo XV


            Aún queda el silencio. No importa si el destino está esculpido entre estas paredes calizas o tallado en maderas policromadas. El silencio no existe en los retablos. No habla en los vestigios dorados de las casullas desvencijadas. El silencio no duerme en los altares ni en las pilas bautismales. Siempre está ahí. Siempre escucha. Trepa por los nervios de las bóvedas cuando se van las últimas luces, mientras suenan nuevas músicas y siento que todo es tan...tan...  No sé...
           
            ¿Adónde se habrán ido los canteros? El órgano del coro parece ahora demasiado pequeño, demasiado mudo. Su perfil, sin embargo, se funde con imágenes digitales, grabaciones de campanas remotas y ecos de voces que nunca volverán. Solo este instante íntimo será capaz de repoblar mis pensamientos cuando me aleje, de nuevo, por la carretera hacia una vida incierta.

Huele a lluvia antigua, agua encorsetada por los siglos. Y he pensado tantas veces en ti que tus rasgos vienen a mi memoria desgastados por el uso, como las huellas de tus manos entre cinceles y argamasas.

 Estoy aquí esperando en está oscuridad. Sentada frente a la iglesia de San Juan.
Mis dudas cubren el sol de julio. Aún queda el silencio.

Imagen: INTEF





[Eva M. Miranda Herrero, publicado en Aranda Siglo XXI , Agosto de 2004]

Comentarios

  1. ¿No os parece que este texto nos transporta fácilmente al ambiente medieval de tantas iglesias como S.Juan?He cerrado los ojos y me he dejado conquistar por esa quietud que tanto relaja en los días estivales.

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