San Silvestre
Un poco de carmín aquí, algo de maquillaje allá. Ese
sombrero de copa algo roto y arrugado, que tenías guardado en el armario desde
hace ya tantos, tantísimos, años que ni lo recuerdas cubriendo la cabeza. Bajo él
se asoma una peluca de un rojo descolorido. Es el atuendo último del año: una
bata vieja a cuadros, un pijama verde de hospital, unos guantes negros de
boxeo, zapatillas deportivas, y a correr.
Así
termina el 2007 por las calles heladas, zancada a zancada entre las vallas
amarillas que delimitan los márgenes de un camino, ya andado, de un mundo por
recorrer. Tras el vendrán el champán, la cena copiosa. Campanada a campana
despediremos las idas y venidas del año, mas ahora con la mente llena de
deseos, de nuevos senderos que recorrer.
Uva
a uva la emoción del año que nace se desliza garganta abajo. Los sueños que
perseguimos se mezclan con los recuerdos más preciados. Unas veces nostalgia,
otras, esperanza, otras veces simplemente la sensación de disfrutar del
instante nos aborda fruto a fruto sin que lo sepamos. Y, como no, ese afán de
ser el primero en repartir besos y abrazos en una maratón indescriptible de
cariño espontáneo.
El
suelo lleno de confeti. En la calle suena el estruendo de algún que otro
petardo. Comienza de nuevo una carrera de sombra de ojos, rimel, aguas frescas,
perfumes, colorete, barra de labios, gomina, corbatas, trajes, ropa elegante, o
no tanto, y a salir.
Así
comienza el 2008 por las calles heladas camino de los cotillones, o de los
bares que abren hasta altas horas de la madrugada. En las casas la luz
permanece encendida, unos juegan a las cartas, otros miran los programas
especiales, otros simplemente charlan.
El
tiempo avanza raudo en esta primera madrugada del nuevo año. Nadie puede
detenerlo. Nadie desea atrapar cada instante tampoco. El olvido inevitablemente
se apodera de nosotros. Nos dedicamos a contemplarnos en los ojos de los otros,
adormecidos por la magia de lo desconocido, de lo que está por llegar. No
recordamos nuestros avatares diarios, seguramente porque deseamos sentir que la
vida nos inunda, detenernos un momento a celebrar que respiramos, que somos
libres, que estamos enamorados...
Y es que no somos felices porque esperemos una
mirada cómplice, porque creamos en los sueños o en los ideales. Somos felices
porque vemos alegría derramada en los ojos de nuestros familiares y amigos;
porque la belleza del amor se desbordó un día en la copa de nuestras almas. Eso
es lo que importa. Por eso, brindamos.
[Eva María Miranda
Herrero, publicado en Diario de Burgos, Edición de la Ribera, diciembre de 2008]
Enhorabuena por el relato. Huele a fin de año
ResponderEliminarTouche...
ResponderEliminarPrecioso brindis que comparto con la autora por una feliz salida y entrada en el Año Nuevo. Relato lleno de guiños sugerentes a las fiestas de Nochevieja. Hay dos frases de gran frescura creativa que he leído varias veces para saborearlas y retenerlas: "Uva a uva la emoción del año que nace se desliza garganta abajo " y "la belleza del amor se desbordó un día en la copa de nuestras almas".
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