Breve pero intenso
Fotos en sepia con su rostro,
partituras desperdigadas, artemisas hechas añicos, patas y astillas de aquella
mesa de cerezo en la que tomar un par de cafés cortados...
No podrás
describir nunca la delgadez de sus dedos, la inmensidad de su mirada, la raya
que separa sus cabellos dejando caer aquellos mechones de rubio platino... Sus ojos apagados te han desterrado de la
tierra. Contemplas la espesura. La soledad te embarga. Sientes la profundidad
de las horas, de los días ingentes y de las mentiras ajenas.
Así que alcanzas con la mano
derecha aquella vieja cajita de fósforos con el dibujo de una fragata y el
nombre de una marca que ha desaparecido del mercado y de los estancos. Dejas
caer una cerilla en la chimenea del salón principal. Miras por la ventana para
perderte de nuevo por aquel robledal en el que jugabas a la isla del tesoro,
mientras la lumbre lo convierte todo en cenizas.
Te
sientas cerca del fuego su calor es breve, pero intenso. Las llamas parecen dar
forma al desencanto. El desencanto es también breve, pero intenso como la vida
misma, como la falsa amistad o la calumnia. La espesura te embarga de un modo
inevitable alcanzando unas dimensiones que se deteriorarán por el uso al igual
que los recuerdos, porque la memoria también nos desgasta con la soledad de los
años, edulcorando las imágenes del mundo que recordamos, que creemos poder
atesorar, un mundo que ignoramos por completo.
Llaman en ese momento a la puerta. Abres. Dejas
entrar ese precioso ramo de orquídeas y un sobre. Dentro del sobre una tarjeta
y fotos en sepia con un nuevo rostro.
Eva María Miranda Herrero, publicado en febrero de 2003 en Aranda Siglo XXI
Qué interesante resulta la repetición de una palabra para recrearse en la descripción y resaltar la fuerza de una imagen.
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