Los ojos de la máscara

LOS OJOS DE LA MÁSCARA

Colgaba sobre una escarpia en la pared azul de un pequeño cuarto. Sola, sobre la cabecera de la cama. Siempre inerte, siempre inmóvil. Ajena a las idas y venidas de la joven, que allí la colocara. Ajena a las horas de estudio, a las visitas de familiares y amigas, a los sueños, a las conversaciones, a las buenas y a malas noticias. Incapaz de conmoverse sonase Senderos de traición de Héroes del silencio o cualquiera de los discos de Enya  o de Loreena Mc Kennit.

Sus labios gruesos de azul cobalto, a diferencia de los de la joven. No tenía los ojos verdes ni el pelo oscuro y largo de aquella. No podía vestir los pantalones marrones, los juegos de jersey de manga corta y chaqueta. Tan sólo un antifaz, dibujado con brillantina cubría la escayola. Un antifaz mitad cerúleo, mitad malva sobre la nariz chata. Algún minúsculo dibujo: una rosa de carmín de granza como  una de las flores favoritas de la dueña; una mariposa en negro marfil y tierra siena tostada, colores que guardaba su hermano en una caja; un corazón y una lágrima de brillantina, ideados por la hermana. Dos agujeros por ojos para una máscara.


[Eva M. Miranda Herrero, Aranda Siglo XXI, octubre de 2003]


Imagen: "Composición en Venecia" de Eduardo Helguera

Comentarios

  1. Dos párrafos que avanzan y se recrean en descripciones intimistas . Armonizan perfectamente con la imagen veneciana tan sugerente de Eduardo Helguera.

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