Bici reservada
Tendrá la mirada distraída y
apurará al máximo su tiempo de llegada, su tiempo de salida, el tiempo que ya
no tenemos. Seguro que estudia en el mismo campus que yo. Tal vez nos hayamos
visto más veces. Incluso, nos podemos haber cruzado por los pasillos. ¿Quién
sabe? Esa bici será suya, suya por esta vez. Supongo que da igual, pero suelo
coger justo la bici situada en ese punto cada día. Eso me pasa por no llevar la
aplicación en el móvil. Si lo hiciese ya la habría reservado. Pero no lo he
hecho. ¿Acaso la tecnología de la estación es tan puntera como para eso? Supongo que me gusta ir a la aventura.
Me aproximo a la siguiente, la
primera y a la vez la última. Depende de cómo se mire. Una luz verde me indica
que puedo tomarla. La libero de su anclaje. Ando unos pasos, cojo carrerilla y
ya estoy dando pedales. Allí empieza y termina el único carril bici decente de
toda la ciudad. El único en el que cambiar la parada de autobús por la bici es siempre
una buena elección, excepto en los días de lluvia.
Paseo cerca de la vereda. Los
árboles me arropan. El rumor de sus hojas en contacto con el viento me resulta
muy agradable. Alguien me sigue. Puedo sentirlo. Puedo oír su respiración. ¿Debería
tener miedo por ir sola a estas horas? Sinceramente, no. No lo tengo. Nadie
debería tenerlo en ningún lugar del mundo. Me apena saber que eso no es así.
¿Será la bici reservada? La persona
que la conduce parece casi de mi edad. Creo que disfruta del paisaje tanto como
yo. Va a mayor velocidad. Me adelanta. Lleva la cartera abierta. Una hoja se
desliza. Cae. Resbala. No sé, si será importante. Sin embargo, freno, paro y me
agacho rápidamente a recogerla.
Es una hoja cuadriculada con un
ejercicio aún no resuelto, con un nombre y un curso. La letra es bastante
legible. Hay varios tachones y cuatro acentos mal puestos. Me siento en un
banco cercano. Me concentro. La resuelvo en apenas veinte minutos. Hoy llegaré
otra vez tarde, pienso. Levanto la cabeza.
¡Has regresado!”, le digo. “Cambio
problema resuelto por café cortado”, me contesta. Se apea. Me mira. Sonríe. Hablamos
un rato. Y aquí estamos, casi al final del carril bici despejando la incógnita
de algo que aún ni siquiera ha comenzado.
Eva M. Miranda
Herrero
Qué tendrá una bicicleta que tanto inspira a algunos autores, Me viene a la memoria también "Mi querida bicicleta" de Delibes. La bicicleta y el amor , un binomio compatible.
ResponderEliminarUn gran referente a para todos nosotros, sin duda.
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