Aroma


 Pétalos derramados sobre la acera, fragmentos de celofán, puñados de tierra... A veces me pregunto qué es lo que siente una flor ¿Estará en su naturaleza marchitarse? De niño solía despertarme con los primeros rayos de sol. Entraban colándose por las rendijas blancas e inertes de mi cuarto poblando de vida las sombras que lo habitaban. Entonces, yo abría los ojos lentamente como si mis párpados rosados fueran a quebrarse. Mis manos entumecidas aún por el sueño se movían pesadas, muy despacio, restregándose en mis pestañas, mientras un olor a café molido y pan recién horneado se apoderaba de mis sentidos. Oía la voz dulce y frágil de mi madre cantando en el balcón una de esas dulces habaneras que tanto le gustaban. El agua caía goteando hasta el suelo desde las macetas en una armonía casi imperceptible que solo ella era capaz de lograr cuando regaba. Confieso que me encantaba observarla escondido en la penumbra de mi estancia en esas horas tan íntimas del día. Era increíble. Solo un gesto tan cotidiano como el cuidado de una planta podía hacer aflorar en su rostro aquel cándido resplandor.
Mi padre solía regresar en esos instantes del puerto a mi memoria en una imagen difusa en la que siempre había rosas de Alejandría y retoños de Madagascar meciéndose entre las olas.
 Mi madre me contaba emocionada en diversas ocasiones como se conocieron en el mercado. Cuando él le regaló la primera rosa azul que llegó al puerto; o cómo se enviaban las más bellas palabras de amor que nunca recibiera nadie utilizando el lenguaje de las flores, incluso después de su boda.
Año tras año el día dieciséis del mes de junio nos acercábamos al muelle para arrojar al Mediterráneo los primeros frutos nacientes del jardín. Supongo que esa era la única forma que tenía de comunicarse con aquel apuesto capitán enamorado que comerciaba con tulipanes de Holanda, esquejes de Bulgaria, jazmines de las más lejanas regiones, diferentes variedades de únicos narcisos...  hasta que su barco se perdió para ser sumergido entre las aguas.

[Eva M. Miranda Herrero, Aranda Siglo XXI, noviembre 2005]

Comentarios

  1. Que historia tan sensual donde afloran minuciosamente todos los sentidos, sobre todo el olfato, a veces tan olvidado.

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    1. Esa era la intención. A veces solo nos centramos en lo visual, pero el lenguaje literario permite mucho más. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero las palabras también son imágenes capaces de recrear cualquier sensación.

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