Descenso
DESCENSO
Baja en la tarde gris por las acequias y no encuentra un lugar donde
refugiarse de la lluvia. A veces, el río la espera desde su orilla, lento,
albergando cada gota en su cauce turbio. Ella encuentra, entonces, su remanso.
La blusa nívea desciende suave y
húmeda por sus manos dejando paso, después,
al blancor de las enaguas, cuando sostienen tímidamente la falda sobre
las escaleras.
Allí a quince metros del suelo, donde los antiguos rumores de las viejas
murallas hicieron caer los últimos vestigios de sus pobladores, allí a orillas del río, ella encuentra su
remanso.
Galerías, laberintos medievales, subterráneos, pasadizos... solo paredes
centenarias, solo gargantas profundas escondidas tras el empedrado de las
calzadas.
Los cueros de uvas fermentadas, las cubas que albergan la cosecha... No es el mejor momento para andar cruzando
las bodegas cuando en el descenso las velas se apagan.
Imagen: INTEF
[Eva M. Miranda Herrero, publicado en Aranda Siglo XXI, noviembre 2004]
La autora nos ofrece una profunda y nostálgica descripción de la magia y riesgo que tienen las bodegas.
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