El cañonazo


Cuando Martín ha salido esta mañana de casa solo se escuchó el leve sonido de una puerta al cerrarse. Sus pasos se alejaban por el pasillo de una forma imperceptible. Como si se tratará de una sombra.

A las nueve de la mañana camina por las calles engalanadas de fiesta, donde se ultiman los preparativos. A las doce todo debe estar listo. Se escucharán charangas, se reavivará el fuego de las viejas tradiciones, todos llevarán la bota de vino y el pañuelo de cuadros azules en el cuello, la frente o la muñeca.

Así que Martín anda un tanto inquieto. Lo cierto es que siempre suele ponerse algo nervioso la víspera del Día de la Función, que es como llaman los arandinos de “pura cepa” al domingo dedicado a la Virgen de las Viñas. Especialmente, cuando suenan las primeras dulzainas reclamándolo. Reclamándonos a todos los que amamos nuestra tierra.

A Martín le gusta contemplar los globos que ostentan los niños en sus manitas ingenuas, el colorido de los puestos en la feria, portar uno de esos sombreros anticuados que siempre pasan de moda año tras año, ver a los peñistas bajando hacia las bodegas, a las cuadrillas que deambulan siempre calle abajo... Siempre calle abajo.

Sabe muy bien que la plaza rebosará hoy. Que temblarán incluso las barandillas del puente, ay... Conoce perfectamente el recorrido, el trazado de cada avenida el equilibrio que se esconde bajo el armazón cuando corres por las calles abarrotadas, anhelando que el cañonazo de este año sea inolvidable y este repleto de emoción.

Martín sabe muy bien que a las doce ya no será Martín sino uno de esos entrañables personajes que bailan, año tras año, enfundado en su capa, su fajín y su camisa blanca pues las fiestas de Aranda van a comenzar. Uno de esos gigantones bailando siempre calle abajo. Siempre calle abajo, vestido de ferias.

                                                                                                                                 
[Eva M.  Miranda Herrero, publicado en Aranda Siglo XXI, septiembre de 2005].

Comentarios

  1. Las personas que dan vida a los gigantes de las fiestas tienen un alma grande como la de Martín, que tan sencilla y generosamente nos describe la autora.

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