Donde los trenes salen y entran


DONDE LOS TRENES SALEN Y ENTRAN

Cuando vuelves la vista atrás es difícil guardar las distancias, sentir que todo volverá a pasar ante nuestros ojos como si nada hubiese ocurrido. Y, es que, entonces, el presente parece perder su encanto, esa magia de lo nuevo, de lo que está aún por venir.
Las calles en ese momento empiezan a llenarse de arena seca en los meses estivales, de barro en invierno. Las puertas de las casas permanecen abiertas. El sereno vela en la noche silenciosa y desierta. En una taberna próxima dos hombres cierran un trato: uno vende, el otro compra una tierra. Saben que su palabra valdrá más que ningún otro papel sellado. Un apretón de manos cierra la escena. Nada perturbará esa quietud.
Pasan los años con ellos aparecen nuevas aceras, calles asfaltadas. Las fábricas nacen como la esperanza de un nuevo desarrollo en la Ribera. Los arandinos han cedido sus tierras. Los trenes salen, los trenes entran. Sus hijos tendrán un futuro.
Nos acercamos un poco más en el tiempo. Los portales cerrados a cal y canto. Santa María de Aranda se desmorona por un costado. Autobuses de estudiantes parten hacia otras ciudades. Ese será el primer paso. Un camino lleno de posibilidades a medias. Unos podrán regresar, vivir con sus padres hasta los treinta. Otros podrán continuar sus vidas en otros lugares donde los trenes salen y entran.
 Algunos amarán su tierra, educarán a sus hijos en el respeto a la palabra dada, en el valor y antigüedad de las leyendas que nacieron casi hace tanto como las galerías subterráneas que conforman nuestras bodegas. Otros negarán los actos vandálicos de sus hijos y premiarán con numerosos regalos la más mínima rabieta, porque el decir no en los tiempos de abundancia siempre ha costado más que en los tiempos de miseria. Porque decir no a la falta de respeto y a la ignorancia, supondría reconocer que nuestra palabra ya no vale nada, que no queremos compartirla comiendo todos juntos entorno a una misma mesa, supondría reconocer que nos ausentamos de la vida de aquellos a los que decimos amar con todas nuestras fuerzas.
 Aún así todavía creemos en que es posible que algún día seamos responsables de nuestras palabras, porque entonces seremos también responsables de nuestros hechos.

[Eva M. Miranda Herrero, publicado en Centro Histórico, 2006]

Comentarios

  1. Cómo cambian las ciudades, las personas, las cosas. El tiempo pasa y las costumbres y los valores se trastocan. Las personas tienen que adaptarse a los nuevos tiempos. Es lo que hay. se dice ahora. Percibo cierto pesimismo en los cinco primeros párrafos y me alegra que el último cambie de tercio y deje una gran puerta abierta al optimismo.

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