1978


Decir diciembre es decir Navidad, vacaciones, puente, turrón, fiestas, Noche vieja, Belén, Inmaculada Concepción, año nuevo… Pero es decir también derechos, libertades, igualdad, dignidad, respeto, tolerancia, justicia, vida, verdad… En definitiva, es decir Constitución. 
A veces me parece sorprendente la idea de pensar que en diciembre se concentran un montón de mensajes, de ideales de paz, de amor, de fraternidad… Bellas palabras que seguramente todos alguna vez hemos llenado de significado real, en nuestros gestos, en nuestras acciones y quehaceres. ¿Quién no ha cedido alguna vez su asiento a alguien que se encontraba mal en el autobús? ¿Quién no se ha preocupado por hacer la vida un poco más agradable a la persona que tiene justamente al lado? ¿Quién no sido educado y amable sin preguntarse por qué?
Sin embargo, no es menos cierto también que a veces nos permitamos el lujo de levantarnos cada mañana y abrir lentamente los ojos. Nos lavamos la cara y al mirarnos al espejo nuestro reflejo aparece allí, clavado en una imagen, que no nos dice nada, que no proclama a los cuatro vientos que somos los herederos de la sociedad del bienestar, que no se entretiene en meditar sobre los males del siglo, que no reflexiona sobre la necesidad de educar a unos hijos caprichosos a los que se debe acostumbrar a escuchar la palabra “no”.
Sí, no somos perfectos, pero no debemos resignarnos. El mundo es nuestro. Es un reflejo de nuestro interior. Y aunque no nos lo parezca las palabras cobran vida en cada uno de nosotros. Porque podemos mostrar nuestro lado más humano día tras día y recuperar la ilusión de todos aquellos que alguna vez han pronunciado todas esas palabras tan maravillosas que habitan en nosotros y nos ayudan a ser más felices. Porque para ser verdaderamente felices debemos pensar primero en que algún día podemos conseguir entre todos que las utopías dejen de serlo. En eso consiste la justicia, el respeto, el amor, la libertad…
Aún así todos los 6 de diciembre siento que la lucha de tantos siglos no ha sido en balde. Supongo que se debe a alguno de esos recuerdos edulcorados de la niñez. Me gustaba celebrar ese día con mis compañeros de colegio, leer en alto toda esa larga lista de derechos, recortarlos, buscar imágenes y confeccionar paso a paso un mural donde mi pequeño mundo parecía estar a salvo, colgado sobre el fondo blanco de una pared, en el que con letras de colores se podía leer: “Día de la Constitución Española”.



Eva M. Miranda Herrero, publicado en el Diario de Burgos Edición de la Ribera, 2006


Comentarios

  1. Gracias por recordar una fecha tan significativa en la que se gestó un futuro sin precedentes, con sus luces y sombras, pero creo que las palabras que la autora enumera en la segunda línea no suponen un contraste con las de la primera línea, todas ellas en el mismo párrafo, sino que se complementan.
    Un escrito optimista, esperanzador, que debiera leerse en los centros escolares.

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    Respuestas
    1. No sé si se ha perdido ya la costumbre de leer La Constitución en todos los colegios e institutos, pero no deberíamos de dejarla en el vacío en el que la quieren echar algunos, porque le debemos mucho más de lo que hubiéramos perdido sin ella.

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