ENTRE HIELO Y SOMBRA
Un recuerdo. Una palabra. Sostener la mirada.
Contemplar las estrellas. Aferrarse a la vida. Resbalar en el hielo. Esconderse
entre las sombras. Lanzarse a la conquista de un nuevo mundo aún lejano.
Dejarse descubrir. Podría estar así durante horas. ¿Quién no ha estado
enamorado alguna vez? ¿Quién no ha visto una rosa invernal? Parece inevitable.
Y es que el amor es así. Ya se sabe. Llega cuando menos te lo esperas. Te
acecha sin que le busques. Se olvida de ti cuando lo deseas. Y de pronto
estalla… y ves unos ojos que te dicen, que te adoran, que te besan desde unos
párpados que no son los tuyos. Y es como si os conocierais desde antes de
nacer…
Es lo que tiene el amor.
Es algo así como una mágica complicidad. A veces, me parece increíble que no
queramos creer en el amor. Que pretendamos huir de su hechizo. Que cada catorce
de febrero nos escondamos entre escaparates y bambalinas para evitar cogernos
de la mano y mirarnos largamente… Y dejarnos llevar por una tenue luz que no
podemos describir aún somnolientos. ¿Tanto nos cuesta detenernos para aguantar
la mirada? ¿Es acaso tan malo demostrar los sentimientos? ¿Es peligroso amar
abiertamente? Y es que somos esclavos de nuestros temores y de nuestros labios.
Tal vez, una parte de nosotros
prefiere ocultarse bajo capas y capas de frío hielo, para luego derretirse
entre las sombras de un abrazo. Así con las candelas encendidas de la intimidad
la belleza parece apoderarse del instante. Pero el amor es algo más que un
capricho del destino hay que alimentarle… hay que saber tenerlo… hay que saber
ser digno de él. Por supuesto, hay que cuidarlo, pues se resbala fácilmente
quemando entre los dedos. Es algo así como patinar por el borde caudaloso de
nuestro río Duero. Su imagen helada puede derretirse en cualquier instante y
entre las grietas el agua lo arrastrará todo. La indiferencia hará el resto.
Para unos: cal y arena.
Para otros: un continuo estar ahí. Es locura y es pan nuestro de cada día. Es
más poderoso que la muerte, ya lo dice el romance del “Conde Olinos”. Pero
sobre todo es cosa de dos., y de ser capaces de vencer la distancia y la rutina
que nos separan. Porque como decía Quevedo es hielo abrasador, es fuego helado. ¿Seremos capaces de reflejarnos
en el espejo del verdadero amor o no seremos capaces de ver más allá de
nosotros mismos estemos solos o acompañados?
Lo cierto, es que queramos
o no el amor está ahí. ¿Seremos capaces de dejarnos cuidar por el amor de
aquellos que nos rodean?
[Eva María Miranda Herrero, Diario de Burgos Edición de la Ribera, 2007]
Imagen: © Pedro Pablo Abad
Palabras que invitan a la reflexión, el sosiego. Desprenden imágenes llenar de serenidad. Enhorabuena!
ResponderEliminar¡Qué haría yo sin ti, mi "Violista en el tejado"! Gracias
ResponderEliminarMe ha sorprendido mucho el título para este tema tan transcendental como es el amor. Y curiosamente no se ha ido a los tópicos, sino que ha recurrido a dos sustantivos que, a primera vista, están muy lejos de la idea del amor- hielo y sombra- cuando el amor se ha emparentado tradicionalmente con el fuego y la luz.
ResponderEliminarAunque bien es verdad que en algunos poetas románticos, como Bécquer, también se ha relacionado con la sombra, la niebla, lo huidizo. Bien es verdad que con la imagen de Quevedo estaría más que justificado.
Sería muy interesante analizar las diversas definiciones de amor que aparecen en , pero nos llevaría a un comentario de texto que podemos dejar para alguna clase de literatura.