LA SOLEDAD


LA SOLEDAD


De nuevo entre los recortes de periódicos asoma tu imagen. Resuenan las trompetas y los tambores. Parece como si el corazón nos temblará en cada redoble a la luz de las velas encendidas de los pasos. La oscuridad ya no es oscuridad desde hace varios siglos. Pero a la luz de los cirios las siluetas adquieren nuevas formas.
Es entonces cuando cruzamos apenas una mirada intentando reconocer la abertura de unos ojos que caminan lentos hacia el corazón de las ciudades y los pueblos. A veces, creemos reconocernos en la soledad del costalero con su Cristo al hombro. Tal vez sea así. Tal vez, debamos cargar también nosotros con nuestros olvidos y nuestros recuerdos.
Resuenan las trompetas y todo es silencio. Ese silencio que ya no encontramos en los museos, que se ha perdido en las visitas a las catedrales y a los monumentos... Mientras los visitantes se empeñan en tocarlo todo. La luz de las vidrieras pierde así parte de su encanto. Las estatuas y los cuadros, las vitrinas y las urnas se resignan al ruido y a los flashes de las cámaras. Se desvanece su magia antigua.
La palabra campa a sus anchas por todas partes. Con sus ires y venires y sus labios solitarios lo arrasa todo. Sin embargo, es ahora cuando el hombre se siente más desvalido. Abandonados a la desidia de un comentario sin sentido, hablamos sin querer comprometernos con el otro en un largo intercambio de monólogos donde escuchar es tiempo perdido.
Y es que aprender a entender es todo un arte, cuando ni siquiera queremos saber lo que decimos. Cuando cada fonema se convierte tan solo en un simple sonido.
Porque preferimos incluso mantener largas conversaciones con un desconocido antes que abrir el corazón a la persona que nos acompaña a diario.
Así La Soledad se apodera de nosotros, mientras dirigimos la mirada hacia esas tristes lágrimas esculpidas sobre su rostro en un paso de Semana Santa. Al final, el Cristo de la Salud la acompañará desde sus andas. Y las calles se llenarán de olivos, caídas, maderas, clavos, espinas, sábanas, estandartes... Los nazarenos traerán saetas silenciosas a su paso.
Como cada año nos encontramos en mitad de la noche observando curiosos desde las aceras el desfile de los cofrades. Agradeceremos estos momentos de quietud que parecen detener el tiempo. Saborearemos la eternidad de un caramelo. Al final del trayecto la emoción contenida se convertirá en aplauso. Será en ese mismo instante cuando quizás hayamos encontrado el silencio encendido y la palabra necesaria.


[ Diario de Burgos, Edición de la Ribera, 2007, Eva María Miranda Herrero]


Comentarios

  1. Qué bien acompasadas en el texto soledad y silencio, dos palabras que la autora va desgranando con unas imágenes impresionantes de las procesiones de Semana Santa que parece que toman vida ante nuestros ojos de forma cinematográfica.La soledad del costalero, la soledad del espectador, la Soledad con mayúscula en ese espléndido contraste entre el silencio y el estruendo de las trompetas, pasando por frases con aliteraciones de gran influencia clásica: " cada fonema se convierte tan solo en un simple sonido"," los nazarenos traerán silenciosas a su paso".
    El silencio encendido y la palabra necesaria, bien podía haber sido el subtitulo del texto.

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