¡QUÉ BIEN VIVES!
Como dijo el
poeta Jorge Manrique “cualquier tiempo pasado fue mejor”. ¿Quién no ha tenido
alguna vez la idea de que estamos en una época extraña? ¿Quién no ha querido
alguna vez verse convertido en caballero medieval o en princesa de una corte
muy muy lejana? ¿Quién no ha pensado en escapar de nuevo a la juventud o a la
infancia, volver sobre sus pasos, enmendar sus errores como un nuevo Adán
hiciera en El diablo mundo de Espronceda?
No sé... Tal
vez es mejor no darse cuenta de lo conseguido a lo largo de los siglos, para
ver que tras lo material seguimos cayendo abatidos en las mismas batallas: el
ansia de pasar por encima del otro, el afán de poder, la envidia de toda la
vida, la avaricia... Todas esas miserias, plagas o como nos guste llamarlas.
Pero, sobre todo, la capacidad que tenemos para engañarnos y no ver que podemos
alcanzar nuestros anhelos esforzándonos, sacando lo mejor de nosotros mismos. Supongo que es más cómodo no intentar superarse. Fingir que todo ya está
establecido e ir así por la vida derrotado echando la culpa a la suerte, al
sino o al destino.
“¡Qué bien
vives!” le decimos al de al lado, con ese tono de voz que invita a pensar que
en “vivir bien”, valga la redundancia, hay algo malo. Imagino que a veces ni
siquiera somos conscientes de que muchas veces, con esa sola frase, estamos
tirando por el suelo años de esfuerzo o experiencia, horas de estudio y
preparación. Y lo que es más demostramos una total ignorancia sobre la vida del
otro, de ese que tiene tantas inquietudes, que realiza sus labores en silencio
sin esperar valoración alguna. Un ejemplo las sufridas amas de casa, que
trabajan en su hogar que guardan tantos y tantos momentos de desvelo y
preocupación. Otro ejemplo, los maestros de la escuela, años de preparación, de
paciencia, de elaborar y corregir en silencio tras la jornada de trabajo en sus
casas. Como no mencionar a los jubilados, a las personas mayores que se han
dejado la piel por los suyos y ahora casi no les llega ni la pensión ni a veces
siquiera el respeto y el cariño que merecen. ¿Qué sabemos nosotros de los
problemas del vecino de sus “comeduras de tarro” y de sus preocupaciones?
¿Qué hay de
malo en disfrutar con tu trabajo, porque sabes que cada hora tiene un valor
auténtico, porque en vez de interesarte en criticar al de al lado te molestas
en aprovechar el tiempo al máximo, en compartirlo todo con tus seres queridos?
“¡Qué bien
vives!”
“Sí. Vivo
bien. Y ¿qué pasa?
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