SOMBRAS QUE SE APAGAN
Te he dicho mil veces que no envíes tantos mensajes
vacíos, tantos recuerdos virtuales de personas a las que nunca he visto. Aunque
también te he dicho otras mil veces que me los envíes.
Te
he dicho que me peleo a labio partido con el antivirus y que la barra de
herramientas se me pierde en el abismo de un botón mal pulsado en el teclado.
Y me indigno
por las veces que quise conectarme y no pude.
Y maldigo las
impresoras que se atascan en un tumulto de papeles en blanco. Cuando la tinta
se vuelve sepia sin avisar, el mundo parece venirse abajo. Tanto avance, tanta
técnica, tanto ordenador reiniciado...
Tanto disco
duro por formatear aún. Tanto pulsar Cntrl +, pero todo anda tan
descontrolado...
Te
he dicho mil veces que los tiempos cambian, que hay que adaptarse a las
circunstancias, que ahora todos estamos conectados, unidos por una red
invisible que nos atrae, que nos atrapa sin que lo comprendamos, bajo la
apariencia de una nueva magia: un hechizo electromagnético, un rayo de luna
que perseguimos sin advertirlo.
Te
he dicho mil veces que el mundo es ahora más mundo, más cercano y a la vez tan
inabarcable, tan inalcanzable para muchos, tan inaccesible para tantos...
Y
ahora, me miras, lentamente, levantas el rostro. La imagen se desintegra en mil
partículas inaprensibles, que vuelan lejos, muy lejos. La imagen se vuelve
nítida. Levanto los ojos y te veo. Pero no puedo sentir, no puedo ver la
realidad de tu sonrisa decodificada tras la pantalla.
Me
gustaría asomarme a la ventana de tu vida. Ir más allá de este teclado. Me
encantaría creer que no habrá a tu sombra imágenes robadas, falsificaciones de
portales y anzuelos disfrazados de amistades al otro lado. Pero no es así. Nos hemos casado con la
técnica en lo bueno y en lo malo.
Tantos
recuerdos, tantos saludos, tantas formas de compartir lecturas, películas y
trabajos. Tantas búsquedas en mitad de la nada.
Y
al final del camino, a veces, encontrar un “No responde”.
Error fatal.
Finalizar ahora. Y luego nada. El cursor parece una caricatura de sí mismo
cuando no avanza. Tantos correos en crisis. Tantos mensajes no reenviados. Todo
se gana. Todo se pierde en cada palabra. Y es tan difícil no perder los papeles
mientras se reinicia ante nuestros ojos una última esperanza.
Son
las sombras de los últimos caracteres. Tiempo de derrota para las cartas
manuscritas, las postales, los sellos, los telegramas...
Son
las sombras que se apagan y se encienden al calor de una pantalla.
Eva María Miranda
Herrero, Diario de Burgos Edición de la Rivera, 2008
¿ Qué diría hoy Gustavo Adolfo Bécquer si su " rayo de luna" se viera equiparado a esta vorágine informática que hoy vivimos y contra la que la autora del blog parece rebelarse en ese diálogo imaginario con el lector ?
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