LA SOMBRA DEL AMIGO
Siempre le tendías la mano, pero
al parecer no le bastaba. Así, poco a poco llega aquel día en que no te
devuelve las llamadas. Los mensajes se espacian en el tiempo. Que si trabaja
hasta tarde... Que si no hay tiempo para nada.
Tú
te sientas tranquilo en el sofá del salón. Le llamarás en otro momento. No le das
demasiada importancia. Solo es que te vino a la memoria esa nostalgia por los
viejos tiempos mientras hojeas el álbum de fotos al regresar a casa, porque es
uno de esos días en los que ella tarda.
Otras veces recuerdas
la primera cita. Como te arreglabas. Observabas luego sus dedos delgados. Las
uñas cuidadas. Esa sensación de sentirte importante, de poder llevar el mundo
sobre las espaldas. Luego al tras la despedida. Marcabas su número en la
madrugada. Le hablabas de ella. Él te escuchaba atento. No decía nada.
Nueva
ciudad. Nuevos compañeros de trabajo. Cafés en mitad de la tarde o a comienzos
de la mañana. Sigues llamando y llamando. Nadie descuelga el auricular. Solo un
buzón que siempre salta.
Las
copas de los árboles van cambiando de diciembre a Semana Santa. Apenas
recuerdas la última vez que fuisteis a un concierto, que os dejasteis la piel a
tiras en una cancha de baloncesto. Tantas risas juntos. Tantos secretos
nocturnos.
Hace
tan solo un par de días vinieron unos amigos a tu nueva casa. Los recibisteis
felices. Parece como si el tiempo no hubiese pasado, porque en el reencuentro
podéis seguir hablando con completa confianza. Le preguntas que fue de aquel
otro amigo. Ese que no te devuelve las llamadas. Ese que va diciendo por ahí
que lo tuyo solo ha sido buena suerte en la vida y lo de él mala.
Lo
cierto es que ya no te extrañan sus silencios. Un mensaje en Navidad otro por su
cumpleaños. Hay nueva gente en tu vida. Nuevos conciertos. Senderismo los fines
de semana. Partidas de trivial. Películas de vídeo y libros. Charlas banales.
Profundas charlas.
Así pasan
los años. Un día de otoño gris sales de casa. Coges el paraguas azul, que
compraste en Praga. La tarde anda lluviosa. El suelo lleno de hojas mojadas.
Delante de ti ves una sombra. Un hombre alto y delgado resbala. Cuando te
acercas a levantarlo. Baja la mirada. Casi no reconoces su voz. Él, sin embargo,
te llama. “Soy yo ¿no me recuerdas? –dice. Habláis del tiempo. Evitas contarle
cosas personales. Os despedís cortésmente. Su sombra se aleja deprisa por los
soportales de la plaza.
[Centro Histórico, 2007]
Fotografía: Pedro Pablo Abad
¡ Cuánta nostalgia por la amistad perdida! Un texto triste que va desgranando el drama de una relación no recuperada que se desvanece y no ha sido sustituida.
ResponderEliminarAmbientado en un otoño gris que, quizás, sea este el color que impregna todo el texto. Sombra gris de una amistad perdida.
Siempre quedará lo bueno, aunque el tono aquí sea melancólico
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