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Égloga urbana
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Cuando escribí este poema, vivía aún en una ciudad. Era joven y añoraba algunas de las cosas del campo. Afortunadamente, ahora vivo en una pequeño municipio donde tengo todo lo que necesito y más. Mi corazón siempre ha sido rural.
Escuchar esta Égloga urbana, tan correctamente proclamada, y con un acertadísimo acompañamiento musical, nos seduce tanto que nos traslada a una visión idealizada del paisaje urbano que compite con el rural que la autora manifiesta disfrutar tanto. Enhorabuena a los dos por este regalo poético-musical.
CON LA PUNTA Y EL TACÓN He bordado hoy tu nombre en el mandil de la tarde, y en el cielo las estrellas han venido con su baile... Con la punta y el tacón a tu casa hemos llegado al son de la media noche, fíjate si hemos bailado. Con la punta y el tacón va tu cántaro a mi fuente al son de la media noche, baila niña si te atreves... A la lumbre y al candil los encienden tus miradas. Ojalá que me quisieras como quieren tus palabras Con la punta y el tacón a tu casa hemos llegado al son de la medianoche, fíjate si hemos bailado. Con la punta y el tacón va tu cántaro a mi fuente al son de la medianoche baila niña si te atreves... Mira niño, mira niño, no me hables de amor que los mozos de Villada ya me sacan el color. Con la punta y el tacón va tu cántaro a mi fuente al son de la media noche, baila niña, si te atreves Con la punta y el tacón allá va la despedida, al son de la medianoche este baile se termina. Letra: Eva M. Miranda Herrero Música: C
EL COLOR COBRIZO DE LOS VIÑEDOS Esta tarde no ha parado de llover. He podido sentir cada gota de lluvia cayendo lentamente sobre mis manos. Mis dedos se han deslizado suavemente entre los racimos. He sentido que este año la cosecha sería abundante. Lo he sabido por el aroma a uva fresca que se fundía en el aire con el olor a tierra mojada impregnándolo todo. En unos días las hojas se tornarán cobrizas. En un intento vano de conquistar el paisaje, detendremos la mirada sobre ellas. Tal vez, nos dejaremos seducir por esa imagen, evocándola en nuestros recuerdos dentro de unos años. Tal vez, la desterraremos de nuestra memoria. El olvido se apoderará entonces de los campos. Querremos recordar las arboledas del norte. Escucharemos el murmullo del viento entre los pinares. Diremos que el atardecer es más intenso cuando se aprecian todos los matices sobre la explanada. Pero, ¿qué será de los viñedos? ¿Qué de los aperos de labranza? Todo seguirá aquí como si el tiempo no hubie
Escuchar esta Égloga urbana, tan correctamente proclamada, y con un acertadísimo acompañamiento musical, nos seduce tanto que nos traslada a una visión idealizada del paisaje urbano que compite con el rural que la autora manifiesta disfrutar tanto. Enhorabuena a los dos por este regalo poético-musical.
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