DESCENSO Baja en la tarde gris por las acequias y no encuentra un lugar donde refugiarse de la lluvia. A veces, el río la espera desde su orilla, lento, albergando cada gota en su cauce turbio. Ella encuentra, entonces, su remanso. La blusa nívea desciende suave y húmeda por sus manos dejando paso, después, al blancor de las enaguas, cuando sostienen tímidamente la falda sobre las escaleras. Allí a quince metros del suelo, donde los antiguos rumores de las viejas murallas hicieron caer los últimos vestigios de sus pobladores, allí a orillas del río, ella encuentra su remanso. Galerías, laberintos medievales, subterráneos, pasadizos... solo paredes centenarias, solo gargantas profundas escondidas tras el empedrado de las calzadas. Los cueros de uvas fermentadas, las cubas que albergan la cosecha... No es el mejor momento para andar cruzando las bodegas cuando en el descenso las velas se apagan. ...